enero 14, 2010

Anoche soñé que íbamos los dos por la calle y alguien nos ofrecía yerba (sí, de esa). Recuerdo que yo era particularmente agresivo con el oferente, de seguro motivado por tu conocido rechazo hacia aquello. Recuerdo que te molestaba mi agresividad. El sueño se disolvió para dar paso a otro.

Iba caminando con mi tío Claudio por el centro. Aparentemente íbamos a comprar algo mientras parte de la familia nos esperaba en mi departamento. Cruzamos Alameda por Teatinos hacia el sur. Cuando llegamos al otro lado comenzó. Un terremoto grado mil (era muy fuerte). El piso literalmente se rajaba a nuestros pies. Corríamos desesperados, yo pensaba en mi sobrinita hermosa, en mi hermana, en mi madre. Mis tres mujeres siempre presentes. Corría y corría sin saber bien hacia donde. En algún momento me separé de mi tío. Me di cuenta que el piso se agrietaba precisamente porque yo seguía corriendo. El terremoto ya había pasado. Me detuve. No caí. Tenía razón. Adelante, un sector de la calle estaba bajo el agua. Me sumergí. Luego me veía en una casa bonita, como las de los cuentos; en una ciudad tranquila, como las de los cuentos. Me veía feliz, tranquilo, apacible. Recuerdo que sólo podía pensar en lo que había dejado del otro lado del charco.

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